Un proceso de divorcio siempre lleva unas cargas económicas determinadas, si el proceso es medianamente civilizado hay una vía alternativa que es la mediación familiar que nos permitirá reducir en gran medida dicho dispendio.
Esta figura se nutre de la voluntariedad de las partes quienes se someten al arbitraje o consejos de un tercero, profesionalmente idóneo y neutral, que guiará las negociaciones y acuerdos entre la pareja en todos los puntos a dirimir.
El fin último es redactar un pre-acuerdo que será adjuntado a la demanda de divorcio y elevado al juez, evitando que sea este quien deba tomar decisiones a su criterio profesional en determinados puntos, con lo cual se facilita la sentencia puesto que todas las aristas han sido limadas de antemano.
La prioridad del mediador es que sean tenidas en cuenta las necesidades de las partes, sobre todo las concernientes a la responsabilidad derivada de los padres hacia los menores tratando de que “todos ganen” que es la mejor manera de resolver las diferencias.
De esta manera se logra un escenario positivo de dialogo propiciando el mínimo de desavenencias entre los cónyuges en un breve plazo de tiempo. Las buenas artes del mediador deben guiar esta fase transmitiendo su neutralidad, aportando soluciones y estimulando a las partes para llegar a una solución que les satisfaga, todo desde la más estricta confidencialidad.
Es posible que el mediador pueda llegar a reunirse por separado con alguna de las partes, no es lo más idóneo, pero si está contemplada esta posibilidad si el fin último es lograr el acuerdo deseado.
Cuando hablamos de profesional idóneo normalmente serán licenciados en derecho, psicología o psicopedagogía o diplomados en trabajo social o educación social.
Aunque aquí estamos transmitiendo una visión positiva como solución, es posible que la mediación no obtenga los frutos deseados, el principio de voluntariedad de las partes hace factible que alguna de ellas no desee continuar con el proceso y que este siga la vía ordinaria.
No es aconsejable en los casos de haber antecedentes en el seno de la familia por maltrato o violencia familiar ya que hay un condicionante por desequilibrio de poder que convierte en influenciable al sometido. Tampoco es aconsejable en los supuestos de descontrol para asumir compromisos adquiridos que puede ser por problemas derivados de alcoholismo, drogas o ludopatía.
La medicación familiar no sólo puede solicitarse al iniciar un divorcio sino también cuando hay que revisar acuerdos para modificar algunas de las medidas pactadas anteriormente, incluso en pleno proceso contencioso puede reconducirse la relación solicitando esta figura.
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